miércoles, 11 de enero de 2017

NUESTRAS VIDAS EN DOCUMENTOS

He estado pensando que podría ser, podría suceder, se podría escribir mi vida usando solo documentos oficiales. Casi no haría falta hablar con mi familia, ni con mis amigas, sale todo rodado. El día que nací provocó una partida de nacimiento. El indudable primer dato de toda biografía. El colegio al que fuimos un libro de escolaridad, el instituto un documento para entrar en la universidad. Allí, mis estudios generaron mis títulos universitarios. Luego, el contrato de la primera empresa, el contrato de la segunda, el contrato de la... ¿décima? (no me atrevo ni a contarlos) Donde viví sería un dato que también querría el biógrafo de cualquiera, y eso lo sacaría del padrón. Los libros que leí seguro que generaron un registro en la biblioteca, y los que además compré dejaron rastro en su mayoría en la tarjeta de crédito. Además muchos de nosotros (yo no) hemos pedido visados, hemos registrado con sellos nuestras visitas al extranjero. Incluso algo tan bonito como tener hijos genera un libro de familia, otro largo listado de documentos, y uno más para nuestro biógrafo. Luego vienen las cosas bonitas, las que hacemos por ocio. Ser espeleólogo da a la administración otro trámite más, la licencia, los permisos, ser buceador, haces los cursos... queda muy poco ocio que no genere documentos. Quizá pasear por un parque, ver la televisión, o leer libros prestados. Y finalmente un dato que no está mal, los que se jubilen, su jubilación, y luego el último dato que querrá nuestro biógrafo. La partida de defunción.